La cultura arriba y abajo (1)
Allá arriba, quienes han convertido la cultura en una mercancía más, la han codificado de acuerdo a sus intereses. Así, “arte” es lo que se produce en galerías exclusivas, en los estudios y talleres; y “artesanía” es lo que se produce en las calles y en los pueblos. “Cultas” son las elites del Poder, e “incultas” las masas de trabajadores del campo y la ciudad.
Cuenta una leyenda en los pueblos indios del noroeste mexicano, que hubo un tiempo, hace mucho tiempo, tanto que el tiempo no tenía todavía el nombre de “tiempo”, que Coyote se enamoró de un hermosa mujer llamada Lucero. Lucero vivía muy alto, allá en el cielo. Y era vigilada todo el día por su celoso padre. Pero de noche, cuando el padre dormía, salía la hermosa mujer a recorrer el jardín. Porque en ese entonces, el cielo era un jardín. Y lo que ahora ustedes llaman “estrellas”, no eran sino flores; los planetas entonces eran árboles, y los cometas eran pajaritos que correteaban de un lado a otro… Mmh… bueno, pero ésa es otra historia y, además, no estoy seguro de que así vaya la leyenda.
Pero bueno, resulta que, en uno de esos paseos nocturnos, Coyote había mirado a Lucero, dijo “arrrrrroz con leche” y pensó para sí: “ora sí que se chingó la Roma ésa”.
Bueno, no así dijo porque de por sí no existían todavía ni el arroz con leche ni la Roma ésa, pero algo parecido debe haber pensado Coyote.
Coyote quiso hablarle de amores a la morrita, que diga, a la mujer ésa de la noche, pero no se podía porque muy lejos quedaba y ni modo de andar gritando cosas para las que, al fin al cabo, hay mejores formas de expresarse que las palabras, y casi siempre son en silencio. O bueno, de repente algún gemido, jadeos, bueno, también gritos, pero no se manden porque luego uno no puede dormir tranquilo. Ora que eso sí, esas otras formas requieren como quien dice de “cercanía”.
Pero bueno, ya me estoy yendo por otro lado. El caso es que Coyote era coyote pero no era tarugo, así que empezó a escribirle a su desvelo de amores y esas cosas.
Las palabras de Coyote terminaron por enamorar a Lucero, pero el amor entre ella y él era imposible, por la distancia, por los convencionalismos, por el qué dirán, por lo que ustedes quieran.
Lucero trató de bajar, pero no pudo. Así que tejió una larga trenza con su cabello y la tendió hacia el suelo.
Coyote empezó a trepar y, cuando iba a la mitad del camino, se despertó el padre celoso y, con sus rayos amarillos, cortó la trenza y Coyote fue a caer en el suelo.
Desde entonces, cuenta la leyenda, Coyote le aúlla a la luna. Para que ella no lo olvide, dicen. Para que ello le encuentre, cuentan
Estaba yo recordando esa leyenda, cuando, ayer ya tarde, cayó la noche, y con ella la policía, asediando la casa que nos hospeda. Agentes de diversas corporaciones policíacas se apostaron en los alrededores. Ellos no entraron, la noche sí. Y con ella de la mano, llegó ese instante poblado de luces y sombras que llamamos “la madrugada”.
Abril. Hermosillo. Sonora. Noroeste de México. Madrugada. Arriba la luna, abajo… la sombra.
Empezó entonces mi mano a trazar algunas imágenes sueltas de la cultura arriba y abajo.
Veamos entonces, escuchemos.
I.- UNA IMAGEN DE LA CULTURA ARRIBA.
Es hombre. Dice que gobierna gente y tierra. El poder que ostenta lo consiguió traficando drogas y vidas, es decir, traficando muerte. Como espejo usa una televisión cuando peina sus cabellos y ahora agrega fijador. Como ideas no tiene, ni cerebro, trata de fijar algunas frases.
Su secretario particular se desespera. Lleva horas tratando de que el amo y señor consiga hilar algunas palabras sin contradecirse.
¿Una entrevista? Ni pensarlo. A menos que sea “arreglada” y que sólo se tomen las fotos necesarias.
Y, bueno, algún remedo de cultura habrá que exhibir. Después de todo, la cultura es como el café instantáneo, es decir, es soluble, desechable y, además, no es café.
Así que qué mejor que inaugurar una exposición de arte. Ahí sólo hay que sonreír y poner cara de idiota. Ahora que, lo que sea de cada quien, el señor y amo se pinta solo para eso.
Con trabajos el secretario logra que el poderoso repita “Muy interesante” con un tono más o menos convincente.
Horas después, el secretario debe pagar generosamente a los periodistas que cubrieron el acto para que no publiquen que el-que-manda se pasó más de media hora repitiendo “Muy interesante”… pero mirando el letrero que, en la exclusiva sala de exposición, señala la ubicación de los baños.
II.- UN GRAFITTI DE LA CULTURA ABAJO.
Órale mi buen, usted póngase las pilas y eche las aguas por si se aparecen los tirabuzones. ¿Ónde quedó el spray? Ése no, el negro. Bueno, entonces por turnos. Yo le grafiteo este lado y ya luego usted mero le raya por ése otro. ¿Qué? Pos de por sí a usted le toca el lado derecho mi buen. No, yo ni madres, yo el izquierdo. No chingue, ¿cómo vamos a hacer un graffiti con sólo el lado izquierdo? ¿Qué? No, si imaginación es lo único que tengo de sobra. A ver, mire usted, ahí está un cartel de los partidos políticos. Qué eso quede del lado derecho y arriba, y ya nosotros nos grafiteamos el lado izquierdo y abajo, digo, pa´ que se vea ora sí que la contradicción. O sea que los culeros del lado de allá, y los chidos del lado de acá. ¿Qué me apure? Pos usted es el que me hace que suelte el rollo. Ya casi está. Páseme el amarillo. ¡No trajo el amarillo! No le digo, si para puras vergüenzas no saca uno. Ora qué va a decir el respetable público, como quien dice la ciudadanía, cuando lo mire nuestro muro. A güevo, “nuestro”, porque el muro es de quien lo grafitea, ¿qué no?. ¿Y ora cómo le hacemos? Mmh… Péreme, toy pensando. A güevo, yo sí pienso, si no pensara estaría mirando la telera. Mmh… ¡ya sé! Hablando de sacar vergüenzas, hágase a un lado, que le voy a poner amarillo orgánico al graffiti. ¿Qué va apestar? Voooooy, si el graffiti es para verlo, no para olerlo. Nomás no se arrime, no lo vaya yo a salpicar. ¿Ahí vienen? ¡Pos píntele mi buen! ¡No, con el spray no! ¡Que le pinte pues, o sea que vámonos porque nos apaña la tira!