domingo, 14 de octubre de 2007





OBLIGADA PAREJA


Normalmente consideramos que la manera en que organizamos nuestras relaciones personales, sentimentales o sexuales, es una cuestión privada, que poco o nada tiene que ver con las macropolíticas económicas. Sin embargo si escarbamos un poco más en nuestras vidas, o en las de nuestros vecinos y amigos, nos daremos cuenta de que no es posible separar tan fácilmente las esferas de lo público y lo privado, es decir, que lo que consideramos como política influye de forma notable en nuestras relaciones interpersonales. A pesar de que el discurso mediático nos muestra una imagen de diversidad sexual, a pesar de que se habla mucho de los diferentes modelos de familia, de avances en las cuestiones morales, hacia la libertad individual... Lo cierto es que la familia nuclear, la pareja convencional, sigue siendo la apuesta principal de los poderes económicos, mediáticos o políticos.
Las razones de esta apuesta son fundamentalmente económicas, porque, como se ha dicho ya, la familia patriarcal es el fundamento básico de la sociedad, y esta sociedad está construida principalmente para el mantenimiento de las tasas de beneficios de empresas y bancos, que, según su propia subjetividad, son los únicos capaces de mantener un cierto orden en el caos social.
La prioridad que dan las instituciones a la vivienda protegida de compra sobre la de alquiler, por ejemplo, nos lleva a necesitar una pareja para poder afrontar los gastos de esa compra y todavía más en el caso a la vivienda libre. Si acudimos a los servicios sociales a solicitar la renta básica no se admitirá que varias personas compartan un alquiler, sino que te exigirán un contrato de subarriendo, pues, para los gestores de la renta, es impensable que varias personas compartan un alquiler si no tienen vínculos afectivos muy concretos, es decir si no son una pareja. Lo mismo podemos decir de las políticas fiscales, o de la posibilidad de acceder a un crédito donde siempre hay más posibilidades para una pareja que para otro tipo de uniones. También es interesante descubrir como en el caso de homosexuales o lesbianas, sus relaciones son apoyadas o legalizadas sólo en el caso de que reproduzcan de manera mimética los roles de la pareja heterosexual. Desde el feminismo mayoritario se insiste cada vez más en la posibilidad de acceso al poder de las mujeres (fundamentalmente las de clase media alta y normalmente casadas) pero cada vez se pone menos en cuestión el papel de la pareja y la familia nuclear como sostén del patriarcado, eso a pesar de las terribles consecuencias que el fracaso de ese modelo trae a las mujeres.
La ofensiva neoconservadora en USA y, cada vez más, en Europa supone una vuelta a los valores tradicionales, a la pareja convencional y la familia nuclear como modelo a seguir. La iglesia católica se cierra cada vez más en banda en esas cuestiones y trata de influir en las políticas de los gobiernos en esa dirección.
Aunque en un determinado momento pudo parecer que los liberales, o libertarios de mercado como dicen en USA, trataban de separar claramente la esfera de lo privado de las políticas gubernamentales; considerando que las nuevas formas de relación laboral, más flexibles, se adecuaban mejor a relaciones interpersonales también flexibles; en el nuevo Estado-Guerra, parece que los amos del mundo han llegado a la conclusión de que experimentos los menos y, por tanto, han decidido apostar por aquello que les ha garantizado su dominio durante décadas, es decir la familia patriarcal.
Sin embargo todo ello no puede ocultar el hecho evidente de la profunda crisis de la pareja convencional. Las tasas de divorcios se disparan, la violencia en el seno de la pareja produce cada vez más muertes y las parejas obligadas (por motivos económicos o de prestigio social), sin satisfacción mutua, son cada vez más abundantes. Todo ello me lleva a pensar que, a pesar de las apariencias, a pesar de que conseguir una pareja adecuada (de nuevo el príncipe azul) sea el objetivo de la mayoría de los jóvenes, la familia nuclear y la pareja se está convirtiendo poco a poco en una cáscara vacía, en una forma de dominio que hace aguas.
Una cáscara vacía que sigue estando presente en nuestro imaginario colectivo hasta el punto de que las personas, a pesar de repetidos fracasos en sus relaciones de pareja, siguen intentándolo una y otra vez (en Estados Unidos las personas se casan de media más de tres veces en la vida) con la esperanza de conseguir por fin esa estabilidad emocional que promete - pero raramente da - el modelo de pareja imperante.

J.I.