jueves, 29 de noviembre de 2007





FASCISMO DE AYER Y DE HOY

Estos días en que los medios parecen darse cuenta de pronto de la existencia de grupos fascistas violentos en el Estado Español, he recordado una lectura que retrata la época en que el fascismo llegó al poder. Se trata del libro Estética de La Resistencia, de Peter Weiss, que podéis encontrar en el catálogo de la editorial HIRU. En ella, un grupo de jóvenes comunistas alemanes asiste impotente a la ascensión irresistible del nazismo en Alemania. Van descubriendo como los nazis les ocupan el terreno en los barrios obreros, en las fábricas y en las escuelas... La demagogia autoritaria va calando entre la población sin que puedan hacer nada por evitarlo. La socialdemocracia alemana queda mal parada, ya que aparece más preocupada por depurar todo rastro de comunistas que en hacer frente al nazismo. La derecha, segura de poder controlar al monstruo, lo incentiva lo más posible. Pero tampoco la izquierda sale de rositas, incapaz de responder, dividida en facciones irreconciliables, con una dirección que sigue los dictados de la Unión Soviética


Desde luego hay que tener en cuenta el momento, cuando el fantasma del comunismo aparecía como muy real para los dirigentes alemanes. Ahora, sin embargo, por lo menos en Europa, el comunismo no aparece como amenaza, pero el PSOE se corre de gusto ante la expectativa del nacimiento de un partido de ultraderecha que reste votos al PP y éste se torna cada vez más autoritario en su discurso con la esperanza de evitarlo. En Francia, Sarkozy no es Hitler, ni los inmigrantes pueden equipararse a los judíos de entonces, ni siquiera como espantajo; pero las políticas autoritarias que plantea el presidente francés (entre otros líderes europeos), sí nos hacen pensar que responden al miedo. No ante los emigrantes como tales, sino ante una posible unidad de acción entre los nuevos explotados y las clases medias-bajas nativas. Quizá sea mera especulación, pero las alarmas han saltado en Francia demasiadas veces como para que los dueños del conglomerado político-económico-mediático no tomen nota. Él divide y vencerás no es receta nueva y en tiempos de crisis se ha utilizado con abundancia. Y aquí, más de lo mismo; se preparan otros enemigos, que lo de los vascos parece que no da más de sí. Y mientras tanto, aquí y allá las políticas económicas, y por tanto sociales, son las mismas en toda la Unión. Los trabajadores en condiciones cada vez más precarias y las diferencias entre ricos y pobres cada vez más importantes (más con la entrada de nuevos socios, y si no que se lo pregunten a los Rumanos que viven en Italia).

Comparándola con la del 1936, la situación ha cambiado y ahora tenemos la impresión de vivir una farsa que deja a los propagandistas nazis a la altura de principiantes. Porque los dirigentes europeos saben que necesitan de los emigrantes, cosa que no pasaba con los judíos, pero juegan con sus vidas a la política y tratan de inculcar la xenofobia para conseguir sus propósitos.

Pero lo que más me impactó de la novela de Weiss no son sus oportunas lecciones históricas, sino la soledad de esos jóvenes antifascistas, que finalmente se convertirán en quintacolumnistas dentro de su propio país. Una generación de jóvenes obreros conscientes de lo que sucede, pero incapaces de hacer nada para cambiarlo. ¿Acaso no es lo mismo que nos sucede ahora? Cuando los fascistas campan a sus anchas en las calles de Madrid y tantas otras ciudades. Cuando los emigrantes son criminalizados y sobre-explotados. ¿Qué podemos hacer para cambiarlo? La tarea se nos muestra imposible porque en el fondo sabemos que no estamos sino ante el brote de un arbusto de raíces profundas que no acertamos a arrancar. Que de poco sirve cortar las ramas más visibles si no desarraigamos el árbol.

J.I.