OTOÑO CALIENTE
Como todos los años la llegada del otoño nos trae una serie de curiosos fenómenos que llaman la atención. En contraste con la explosión de vida que tiene lugar en los montes (por lo menos hasta que acabemos definitivamente con ellos) en las ciudades las gentes se van retrayendo dentro de sus respectivas conchas para pasar el síndrome del retorno vacacional a buen recaudo. No me extraña esa actitud. Un mes de vacaciones apenas da para hacerse una idea, una intuición, de lo que podría ser una vida fuera del trabajo esclavizante, y en muchos casos absurdo, que sufrimos durante el resto del año. La vuelta a clase, o al curro... es como un coitus interruptus que nos impide llegar al orgasmo cuando pensábamos que estábamos a punto de lograrlo.
Así que no es de extrañar que aumenten las depresiones y los divorcios, síntomas de insatisfacción vital que nos deberían hacer pensar sobre la sociedad en que vivimos en vez de gastarnos el dinero (con lo que cuesta ganarlo) en el psicólogo de turno.
Pero, por si esto fuera poco, con el otoño llegan también las elecciones sindicales y las oposiciones, fenómenos íntimamente unidos que terminan de desasosegarnos definitivamente. El elemento en común de estos acontecimientos tiene un nombre: sindicatos. Me cuenta un amigo, que como otras miles de personas se dispone a opositar, que el sindicato al que pertenece les ofrece las preguntas y las respuestas que pueden caer en la convocatoria de la función pública a la que optan; eso sí, sólo a los afiliados de su sindicato, que quizá también por eso sea el mayoritario en el sector.
Esto me recuerda a los test de las autoescuelas donde a cambio de dinero nos entregan también preguntas con sus soluciones (por cierto ¿sabíais que en México DF no existen las autoescuelas? La gente aprende por su cuenta y, aparentemente, no aumentan los accidentes ni la circulación empeora de manera notable). Los sindicatos menos mayoritarios no dan tan buen servicio y claro por eso son menos mayoritarios y los minoritarios... pues sacar vosotras las conclusiones. Los sindicatos van en línea directa a convertirse en algo parecido a las compañías de seguros o los fondos de pensiones (y que nadie vea en esto publicidad subliminal). Gestores del dinero público que organizan cursos de capacitación e inserción laboral y compiten con sus pares a la hora de llevarse ese gato al agua. También compiten por conseguir afiliados que es otra de sus fuentes importantes de financiación. Las elecciones sindicales marcan la hora de la verdad de los sindicatos a la hora de consolidarse frente a sus competidores; en esa competencia todo vale, aunque al final los resultados de esa competencia sean perjudiciales para los trabajadores.
Si esto sigue así pronto veremos huelgas dentro de las estructuras sindicales para conseguir mejores condiciones de trabajo y a las precarias mil-euristas atacar las sedes sindicales, hartas ya de ser ignoradas por no suponer una fuente de ingresos estable para las florecientes economías de los sindicatos. A no ser que, como en Oaxaca (México) y también de alguna manera en Francia, los trabajadores no acaten las decisiones que los funcionarios de la clase obrera negocian en su nombre y comiencen a buscar su propio camino, aunque supongo que eso no son sino vanas esperanzas.
Habrá quien diga que generalizo, que los sindicatos siguen siendo necesarios ante el avance del neoliberalismo rampante... pero, que queréis, yo también estoy bajo el influjo del síndrome de retornado y, cuando estoy así, la mala hostia me asalta más de lo habitual.
J.I.